En el séptimo día Dios descansó.
En el séptimo día yo decidí volcar mis esperanzas al monitor del televisor, y sin pensarlo mucho tomar el control de su vida.
Cuando menos me lo esperé el tomó el control de mi vida, y como Dios descansaba, él no se la arrebató.
Y como mi nuevo dios el televisor conquistó, entre mis errores y fallas, mi mente y mi corazón.
Ahora solo transito desde el canal dos al noventa, sin ver las nubes ni el sol desde los trece años a los treinta.
Parece que no es verdad pero mi dios me engañó, y Dios se volvió su seguidor, por el canal veintidós con curas, padres y tele ventas.