martes, 13 de octubre de 2009

Un feligrés no muy felíz

En el séptimo día Dios descansó.

En el séptimo día yo decidí volcar mis esperanzas al monitor del televisor, y sin pensarlo mucho tomar el control de su vida.

Cuando menos me lo esperé el tomó el control de mi vida, y como Dios descansaba, él no se la arrebató.

Y como mi nuevo dios el televisor conquistó, entre mis errores y fallas, mi mente y mi corazón.

Ahora solo transito desde el canal dos al noventa, sin ver las nubes ni el sol desde los trece años a los treinta.

Parece que no es verdad pero mi dios me engañó, y Dios se volvió su seguidor, por el canal veintidós con curas, padres y tele ventas.

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